miércoles, 14 de octubre de 2009

trestazas

"Sobre las servilletas dobladas reposaban grandes platos; entre éstos había platos pequeños; y entre los pequeños había pozuelos en que hacía visos azules y dorados la espuma de un chocolate que estaba guardado en pastillas hacía ocho años, en grandes arcones de cedro. El cacao había venido desde Cúcuta, y para molerlo, se habían observado todas las reglas del arte, tan descuidadas hoy por nuestras cocineras. Se había mezclado a la masa del cacao canela aromática, y se había humedecido con vino. En seguida cada pastilla había sido envuelta en papel, para entrar en el arcón en que iba a reposar ocho años. Para hacer el chocolate no se habían olvidado tampoco las prescripciones de los sabios. El agua había hervido una vez cuando se le echaba la pastilla; y después de esto se le dejaba hervir otras dos, dejando que la pastilla se desbaratara suavemente. El molinillo no servía para desbaratar la respetable pastilla a porrazos, como lo hacen hoy inno¬bles cocineras; no, en aquella edad de oro el molinillo no servía sino para batir el chocolate después de un tercer hervor, y combinando científicamente sus generosas partículas, hacerle producir esa espuma que hacía visos de oro y azul, que ya no se ve sino en las casas de una que otra familia que se estima."

a mi me falta el molinillo


3 comentarios:

  1. No me di cuenta que ese día ya te ibas. Buuuuuu!

    Abrazo virtual, más que sea.

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  2. :( deley ya por estas otras tierras! bebiendome un zhumirsin! avisaras q pasa con el viaje bicicletero ojala coicidamos oye!! un abracito
    io

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  3. En casa también necesitamos un molinillo. Porque chocolate sin espuma... ¿Ya compraste el tuyo, Quiteñísima?

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