domingo, 28 de agosto de 2011

El universo parece haberse alineado para darme un buen domingo... Esos días en los que la pereza se alía con los trabajos de última hora y la añoranza de una familia, un sobrinito al cual estrujar, una comidita con sabor a hogar y demás nostalgias que untan el día de sepias y grises... Se tornaron hoy en tonalidades más amistosas sin dejar de ser reales.
Hace unos días alguien me preguntaba como eran mis domingos apenas llegué a esta ciudad, y se me vino a la cabeza una frasesita que escribí por ahí "días parodiados con vales de lejanos conocidos". Invitaciones a comer/pasear/tomar las 'oncesitas' de estas 'amistades' poco mías. Eran días comprados, que solo se repetían una vez al mes o quizás cada dos... Después de esta extraña familiaridad regresaba a la residencia y volvía a sentirme igual o quizás aún más sola. Prendía la tele que mi padre la condenó como 'mi mejor aliado para la soledad' apenas llegué y me ponía al tanto de lo sucedido en el mundo real.
En fin...
Hoy, y no solo me refiero al ahora sino al presente recorrido después de estos años puedo decir que me siento un poco más en casa y más aún cuando la tarde se comparte entre silencios embebidos de chai, hojas recorriendo útiles escolares traídos de otras casas, tecleos con miradas de cansancio... tesis en construcción... Pausas para ejercicios de estiramiento, para jalonearse los brazos y sentir que lo trabajado en compañía es más bonito que en solitario. Después de la tarde, hoy sin tele la soledad no está, hoy mi pesebre mediático que solo sintoniza un canal no dictamina cuán acompañada me siento.




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